Cristóbal Colón descubrió Honduras en su cuarto y último viaje, llegando a la Isla de Guanaja.
Salió de Cádiz en los primeros días del mes de mayo de 1502 para hacer su último viaje a las tierras que había descubierto. Lo acompañaban su hermano don Bartolomé Colón y su hijo Fernando, de 13 años. La expedición estaba compuesta de cuatro embarcaciones, llamadas La Capitana, Gallega, Vizcaína y Santiago de Palos.
Cruzó el Atlántico sin contratiempos y llegó a Santo Domingo, donde las nuevas autoridades españolas le prohibieron desembarcar, a pesar de que se anunciaba una tempestad.
La tempestad se desencadenó, y Colón, gracias a su experiencia de viejo marino, logró evitar que sus barcos fueran destruidos por la furia del viento y el mar.
Así que pasó la tempestad, las cuatro embarcaciones continuaron la navegación dirigiéndose al suroeste. El 30 de julio llegaron a la isla de Guanaja, a la cual Colón llamó Isla de los Pinos por los bosques de estos bellos árboles que cubren sus colinas.
Don Bartolomé desembarcó en la isla acompañado de un grupo de marineros, en tanto que Colón, cansado y enfermo de la gota, contemplaba desde la nave capitana la extraña vegetación de cocoteros y pinos.
Mientras los expedicionarios se encontraban frente a Guanaja, vieron acercarse a sus playas una canoa de considerable tamaño. En ella venía un grupo de indígenas, protegido bajo un toldo de petates. Eran comerciantes que viajaban entre las Islas de la Bahía y la costa norte de Honduras.
Estos indios, de ellos escribió Colón en su diario, son más civilizados que los de las Antillas, pues no han mostrado asombro a la vista de los buques, ni temor al acercarse a los españoles; además, andan algo más vestidos que los otros isleños, y la clase de artículos que comercian es mejor».
Colón se dirigió en seguida hacia la tierra firme de Honduras, cuyas montañas se divisan desde Guanaja. El 11 de agosto llegó a la entrada de la bahía de Trujillo y dio a la punta arenosa que la costa forma frente a ella.
Continuando la navegación con rumbo al Oriente, las cuatro embarcaciones llegaron el 14 de agosto a la desembocadura del río Tinto. Don Bartolomé Colón desembarcó en este lugar y tomó posesión de las nuevas tierras en nombre de los reyes de España.
Por haberse celebrado allí esta ceremonia, Colón dio al río el nombre de Río de la Posesión. Bajo una ceiba corpulenta que crecía en sus orillas, fray Alejandro celebró la primera misa que se dijo en la tierra firme del Continente Americano.
Centenares de indígenas se acercaron a contemplar las ceremonias de los recién llegados, a quienes obsequiaron aves, pescado, granos y frutas. La mayor parte de los indios andaban desnudos y con la cara pintada de rojo y negro. Pero lo que más atrajo la atención de Colón fueron los grandes agujeros que tenían en las orejas, razón por la cual llamó al lugar La Costa de las Orejas. Estos indios con orejas deformadas eran jicaques o payas.
Continuó explorando la costa hacia el Este, con la esperanza de encontrar un estrecho o pasaje por donde seguir el viaje hasta llegar a las grandes ciudades de la India.
Navegaba frente a la Mosquitia, cuando se desató una furiosa tempestad, que casi hizo naufragar las pequeñas embarcaciones. «Otras tempestades he visto, escribió Colón a los Reyes de España, mas no durar tanto ni con tanto espanto.» Veintiocho días duró el mal tiempo.
Pero el 12 de septiembre, al doblar el cabo donde la costa centroamericana dobla bruscamente hacia el Sur, Colón encontró el mar en calma y en acción de gracias bautizó dicho cabo con el nombre de Gracias a Dios.
Impulsadas por vientos favorables, las naves continuaron explorando la costa hasta Panamá, de donde emprendió algunos meses más tarde el viaje de regreso a España.
Después de muchos serios contratiempos y vencer numerosos peligros, Colón desembarcó triste y enfermo en Sanlúcar de Barrameda, a fines de 1504.
El descubridor de América murió en la ciudad de Valladolid el 20 de mayo de 1506. Murió con la creencia de que en sus viajes había alcanzado las costas de Asia.